Barranquilla y el departamento del Atlántico, tristemente se disputan con la ciudad de Bogotá, el epicentro de la actual pandemia de “Covid – 19” que, a lo largo y ancho de este País, ha llevado inexcusablemente a muchas empresas e industrias de distintos sectores económicos, a cerrar indefinidamente sus puertas y con ellas a finiquitar, sus relaciones de trabajo.
En el Mundo, pero particularmente en Colombia, hemos visto desplomarse compañías y negocios, de amplio trasegar en el comercio y de indiscutible robustez alcanzada con el tiempo. Nadie, incluso mi modesto negocio de asistencia legal y consejería financiera, ha sido ajeno a esta hecatombe económica que, está llamada a mantenerse en el corto y mediano plazo también.
Sin duda, el aislamiento y cierre de toda actividad comercial decidido por el Gobierno Nacional, solo “ralentizó” durante los primeros días, la penosa enfermedad que hoy, crece exponencialmente y sin control, en todos los puntos cardinales de Colombia y de América. De tal decisión y de sus efectos, directos y colaterales en la economía Nacional, conocerán alguna vez, la historia y las futuras generaciones de este País, porque bien es sabido que: “Entre cielo y tierra, no queda nunca nada oculto”.
Recientemente y también por disposición Presidencial, varios sectores económicos del comercio e industria nacional, vienen en franco desconfinamiento. De nuevo pero con dificultad, retoma actividad la de por si precaria economía colombiana, con algunas limitaciones en Barranquilla y en otras ciudades del País, por sobradas razones de indisciplina social.
Subsiste en todos nosotros, el temor razonable de retornar a nuestras actividades habituales por causa de un eventual contagio del temido virus. Sin embargo, nuestros compromisos y obligaciones en todo orden, son superiores a tales miedos y hemos de volcarnos con cautela, a retomar nuestras propias Vidas y la actividad laboral, de la cual derivamos nuestro justo sustento – Amén de los sectores gubernamentales, económicos y sanitarios que, por su naturaleza jurídica y de necesidad prioritaria, no han tenido un solo día de “alto” o “restricción” de su actividad laboral –.
Con total certeza, hemos de convivir al futuro y durante mucho tiempo, con el riesgo probable de contagio y padecimiento. Pero el temor a enfermarse o morir, no debe depender, necesaria y exclusivamente, del virus en cuestión. El simple hecho de “Vivir”, implica de por sí, un riesgo permanente de “Muerte” pues “Nacimos para Vivir, Vivimos para Morir”.
La Muerte en cualquiera de sus mil y más formas de materializarse, se ha cernido siempre sobre nuestras Vidas, con el mismo vértigo que la filosa “Espada de Damocles”, pendió sobre su vulnerable y expuesta humanidad, atada solo por un único pelo de crin de caballo. Eso no está en discusión.
Vivir el día a día, en adelante y por el resto de nuestras Vidas, deberá convertirse en una premisa de nuestra propia Existencia. El poeta romano “Horacio”, resume de manera conveniente y acertada el asunto en debate, con la siguiente y célebre frase final, de una de sus más célebres odas: “Carpe Diem”… “Aprovecha o Cosecha el Día”.
Germán Lamo T.